La abogacía es, posiblemente, la más apasionante de todas las profesiones jurídicas. El abogado pone sus conocimientos y habilidades al servicio de los legítimos intereses de su principal: el patrimonio, el honor, el puesto de trabajo o la libertad en todas sus expresiones. Y en un intenso combate de ideas, argumentos y estrategias, el abogado intenta hacer valer estos derechos frente a la otra parte o la Administración de Justicia, en un duelo del que puede salir victorioso, pero también derrotado. La abogacía es el reflejo de la propia vida.